Spinoza. De la Venganza a la Misericordia

y otras reflexiones filosóficas (II)

La semana pasada pusimos sobre la mesa dos posturas filosóficas que nos van a ayudar a entender cómo funcionan la venganza y el perdón.

En concreto, las de Hobbes y Rousseau.

Vimos el paso de una postura de líderes y rebaños hasta comentar por encima qué resuelve y qué no el pacto social de Rousseau.

Hoy, vamos a continuar ese camino que empezamos con una nueva postura que va a darnos otro punto de vista muy interesante.

Recordemos que para Rousseau, es el Estado con su Constitución la que regula y reconcilia las voluntades particulares de los ciudadanos.

Pero como veremos a continuación, Spinoza considera que hay que defender la justicia, no por venganza, sino por el bien del prójimo.

Vamos a ver poco a poco qué significa esto.

El pensador neerlandés Baruch de Spinoza (1632-1677), hijo de judíos españoles, alejado del judaísmo ortodoxo, considera que:

«En un Estado sano donde se preserva la justicia, todo el mundo está obligado, si quiere ser justo, a denunciar las injusticias ante un juez, no por venganza, sino con la intención de defender justicia y las leyes de la Patria, y para que los malvados no se aprovechen de la existencia de los males».

Retrato de Spinoza, Anónimo, Wikipedia

Es decir, la sabiduría (razón) sabrá guiar y conducir a los individuos para que puedan vivir en una actitud de amor a la humanidad, como seres perdonados.

Para justificar su postura, Spinoza, en un pasaje del Tratado Teológico-Político, trata de la obligación de perseguir la injusticia, para defender la justicia.

Se muestra adverso al deseo de venganza. Tan sólo la acepta, justificando ciertos preceptos de la Biblia, que su aceptación resulta necesaria en los tiempos de injusticia.

Pero esto queda muy lejos del perdón.

Sin duda, por razones históricas comprensibles, él habla más detenidamente de la venganza. Su obra trata de dar una explicación y una descripción psicológica para colocarla entre los malos sentimientos y para oponerla a la misericordia.

Sin embargo, la misericordia espinosista no es el perdón:

es «el amor, en cuanto afecta al hombre, de modo que se alegra del bien del prójimo y por el contrario se entristece de su desgracia».

Por lo que la condena de la venganza no acarrea para Spinoza ninguna justificación de cualquier forma de perdón.

En realidad, su ética va mucho más allá en la crítica del perdón.

En lugar de negarlo en nombre del carácter absoluto de la justicia, cuestiona la posibilidad misma del perdón por sus principios éticos y metafísicos.

En su juicio y en su acción, el sabio espinosista no está nunca determinado por el pensamiento del mal, que sólo es un pensamiento negativo de algo negativo.

Tampoco debe estarlo por la creencia del libre albedrío de cada uno, pues se considera una falsa creencia.

Y tampoco debe estar determinado en su sabiduría por el recuerdo del mal pasado, del mal ocasionado que ha sufrido o que él mismo pudo hacer.

Esto excluye, por supuesto, todo espíritu de venganza, pero también, al mismo tiempo, todo espíritu de perdón.

¿Entonces qué hacemos?

Pues en el espinosismo, aunque se conciba el castigo como medio para para asegurar el imperio de la justicia, y la venganza sea algo negativo, tampoco se concibe el perdón pues éste se basa en una concepción falsa del mundo y de los hombres; en una representación errónea del mal y de la libertad.

Sin embargo, en virtud de los mismos principios, la actitud hacia el mal (que no puede ser por lo tanto ni venganza ni perdón), sólo puede ser la afirmación positiva de la sabiduría en su racionalidad constructiva, que ignora el pensamiento del mal y la creencia en el libre albedrío:

«Quién vive bajo la guía de la razón, se esfuerza cuanto puede en compensar, con amor o generosidad, el odio, la ira, el desprecio, que otro le tiene»,

siendo la generosidad

«un deseo por el que cada uno se esfuerza, en virtud del solo dictamen de la razón, en ayudar a los demás hombres y unirse a ellos mediante la amistad».

No se trata aquí de perdonar al culpable por su culpa ni tampoco de empezar a amar al culpable.

En la generosidad, que no es sino el deseo de amistad entre todos, sólo se trata de hacer existir el amor hacia el rencoroso, y eso ya es mucho y tal vez suficiente, pero se puede ir más allá.

La negación del perdón y la crítica radical de su posibilidad en el espinosismo no es inhumana, al contrario.

Sabemos que las víctimas que superaron racionalmente su odio no pueden perdonar a sus verdugos, pero son capaces de afirmar su amor hacia la humanidad.

Pero eso lo seguiremos viendo la semana que viene con ayuda de Kant.

¡Nos vemos el viernes!