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Kant. Perdonar es renunciar a la venganza
y otras reflexiones filosóficas (III)
La semana pasada vimos cómo Spinoza separaba la justicia de la venganza.
Pues en un sentido muy semejante, vamos a ver cómo Kant denuncia también la impunidad.
Sin embargo -y como veremos- no debe mezclarse con el odio y el castigo.
El filósofo prusiano Inmmanuel Kant (1724-1804) rechazaba el derecho de indulto del soberano «con respecto a los crímenes cometidos por los súbditos unos contra otros», pues como afirma:

Kant, Johann Gottlieb Becker, Wikipedia
«en este caso la impunidad constituye la suprema injusticia para con los súbditos».
Kant, en la Doctrina de la Virtud, publicado el mismo año que la Doctrina del Derecho, y que forma parte de la Metafísica de las costumbres, lo explica detenidamente, aportando matices que no impiden una mayor precisión.
La más dulce de las alegrías producidas por el mal ajeno, con apariencia además de sumo derecho e incluso de obligación (por amor a la ley), es el deseo de venganza.
Éste consiste en proponerse como fin dañar a otros, aun sin provecho propio.
Toda acción que viola el derecho de un hombre merece un castigo que vengue el delito en el autor (no sólo que repare el daño ocasionado).
Ahora bien, el castigo no es un acto de la autoridad privada del ofendido, sino de un tribunal distinto de él, que hace efectivas las leyes de alguien superior al que todos están sometidos.
PERO, si consideramos a los hombres en un estado jurídico determinado solamente por simples leyes de la razón, nadie tiene derecho a imponer castigos y vengar la ofensa sufrida por los hombres.
Sólo aquél que es también el supremo legislador moral, y sólo él (es decir, Dios), puede decir: «La venganza es mía; quiero vengarme».
Por lo tanto, es un deber de virtud no pedir venganza al juez.
Pero, ¿por qué razón?
Pues en parte porque el hombre ha acumulado sobre sí suficientes culpas como para estar él mismo necesitado de perdón.
Y, además, porque no puede imponerse por odio ningún castigo, sea el que sea.
De ahí que la clemencia sea un deber del hombre.
Sin embargo, ésta no debe confundirse con la benigna tolerancia a soportar las ofensas, entendida como renuncia a los medios severos para evitar la continua ofensa de otros.
Esto supondría arrojar los derechos propios a los pies de otros, y violar el deber del hombre hacia sí mismo.
El perdón, por lo tanto, es una eliminación del odio y de la venganza: no se trata de no castigar, sino que el sujeto individual no busque su propia venganza en el castigo, aun cuando es la razón misma la que se venga en este castigo.
Y esto significa la condena de la intervención de la venganza subjetiva y particular en la persecución de la culpa.
Ese es el argumento esencial y a él se añade como argumento auxiliar la conciencia de que todo el mundo tiene sus propias faltas, lo que nos ubica siempre en el mismo nivel de condena.
Todo ello, implica que el perdón no es olvido, ni remisión, sino sólo la exclusión, a veces muy difícil, de la implacabilidad del sujeto en la práctica de la ley.
Es en este sentido que, el perdón, negado en la Doctrina del Derecho, se convierte en un deber en la Doctrina de la Virtud ya que el hombre necesita la virtud para ser absolutamente riguroso en el uso de la ley objetiva sin ser subjetivamente apasionado, interesado o pretencioso cuando la ley castiga al culpable.
Y si te has fijado la posición de Kant incluye un elemento muy importante: la intervención de la ley en el conflicto, es decir, de «un tribunal distinto de él» que hace aparecer la presencia de un tercero, una especie de puente entre el ofendido y el ofensor.
Este tribunal, según Kant, constituye una mediación judicial que a veces puede ser interpretada como la ley divina. Es una jurisdicción civil o religiosa capaz de apreciar el perjuicio de la lesión y de la venganza; la ley como tercera persona castigará al culpable.
Con este pensamiento (que sabemos que no es fácil de digerir y al que hay que darle varias lecturas para sacarle todo el potencial), Kant ha sido y es la fuente de inspiración para otros pensadores contemporáneos como Paul Ricoeur y Hannah Arendt cuando se refieren al perdón como una facultad que depende de la pluralidad, contra lo imprevisible, y contra el caos y la incertidumbre del futuro.
Así que hasta aquí dejamos estas reflexiones filosóficas que esperamos os hayan hecho darle alguna que otra vuelta a estos conceptos.
Con que hayáis aprendido algo nuevo nos sirve :)
Para los amantes de la filosofía que quieran seguir profundizando, podemos mandaros un par de extractos que pueden servir para cerrar este ciclo.
Aquí están los temas por si queréis la info o que mandemos un post extra este finde con la información:
-HEGEL. LA RECONCILIACIÓN
-KIERKEGAARD. PERDÓN Y OLVIDO
-NIETZSCHE. LA SUPERACIÓN DE LA VENGANZA
Sin más, ¡nos vemos en un par de días para cerrar la semana!