Jano, el dios de las... ¿puertas?

La puerta al futuro.

Año nuevo, vida nueva.

Un dicho tan popular que pone en alza la necesidad de buscar nuevos comienzos.

Algo a lo que no ayuda esta época del año, pues se hace más patente dicha necesidad.

Nuevos propósitos, la determinación de lograr objetivos con el entusiasmo que caracteriza a los primeros pasos de nuestra próxima aventura.

Siendo el mes de enero la puerta que debemos atravesar para emprender ese camino.

Por eso, hoy vamos a hablar de esa puerta que nos separa del futuro, vamos a hablar del mes enero (o mejor dicho, del dios que le puso nombre).

Su nombre procede del dios romano Jano, dios de las puertas, los comienzos y los finales. Ese fue el motivo por el que Julio César decidió marcarlo como primer mes del año.

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Este dios tan particular es representado con dos caras (mirando en direcciones opuestas) y como uno de sus poderes más extendidos era la capacidad de ver el pasado, presente y futuro se convierte en un símbolo de todas las formas de transición: de lo viejo a lo nuevo, de lo conocido a lo desconocido, de la guerra a la paz.

En la antigüedad se le daba mucha importancia a este dios, por lo que nos damos cuenta de la relevancia psicológica para las personas de los cambios, los finales y los nuevos comienzos.

A pesar de las incertidumbres alrededor de su figura, lo que si tenemos claro es que es uno de los dioses más antiguos que existen en la mitología romana.

Y puede que encajase bien en el panteón de los dioses itálicos prerrománicos, pero a finales de la república y comienzos del imperio el dios bicéfalo desentona un poco más en un panteón dominado por una estética griega.

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Esto fue una llamada a la atención de escritores y filósofos pues sus templos y estatuas se seguían manteniendo; del mismo modo que algunos de sus cultos.

Todos ellos querían dar respuesta a la misma pregunta ¿Por qué se seguía adorando a Jano?

Es cierto que su simbología ha sido un cajón de sastre y se le veneraba por casi cualquier cosa, dando como resultado que ni los historiadores se pongan de acuerdo en quién era realmente.

Debido a que no tenía un equivalente en la mitología griega (aunque se ha especulado sobre ello), eso complica más este trabajo.

Se le ha llegado a considerar como el sol, pero eso se debe a la interpretación de la labor que compartía con las Horas como portero celeste y como el sol controlaba las puertas del cielo abriéndola al comienzo del día con el amanecer y las cerraba al anochecer entonces, ¿por eso era el sol?

Otra interpretación es que la habilidad de abrir y cerrar el cielo no se debe al paso del sol sino de las nubes por lo tanto Jano es el dios que abre y cierra las nubes y lo que mueve las nubes es el viento, de ese modo… ¿Jano sería un dios del viento?

En fin, parece que las puertas son algo más complicado de lo que pensábamos, ¿no te parece?

Algunos escritos lo relacionan con las aguas, lo que tiene más evidencia que las anteriores. Esta perspectiva se basa en que los puentes son un medio de paso y por lo tanto estarían bajo la jurisdicción de Jano y esto lo asociaría a los ríos.

Además, dos de sus hijos eran Fonto (dios de las fuentes) y Tíber (dios del río Tíber). Lo que indudablemente lo relaciona aún más con las aguas.

En cualquier caso, no podemos saber si esas creencias eran reales entre el pueblo (pues no tenían un sacerdote que se encargara de su culto y por eso no era muy popular) o eran obra de filósofos que usaban su característica representación para dar rienda suelta a su imaginación.

Sin embargo, era el primer dios al que se invocaba cuando se hacían ofrendas ya que era el portero celeste y permitía la audiencia con el resto de dioses.

En definitiva, Jano era un caos o el Caos en sí mismo, pero es la puerta de entrada a un nuevo año y a los nuevos comienzos.

Así que acordaos de Jano la próxima vez que emprendáis una aventura.

Esperamos que os haya gustado esta historia y nos vemos el miércoles con más.