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La antigua Roma, hombres lobo y ¿el amor de San Valentín?
Un poco de historia (para ponernos en contexto)
Si te has dado cuenta, ayer no mandamos newsletter…
Bueno, es que por un día, queríamos aprovechar hoy para…

¡Dar ánimos a todos los trabajadores de La Tagliatella!, que ya vuelven a ser trending topic en Twitter.
Bromas aparte, queríamos traeros hoy una de las historias que más fama tiene sobre el posible origen de San Valentín, para la semana que viene echarla por la borda con otra (así somos sí).
Así que, vamos allá.
Viajamos a la antigua Roma en día de fiesta, Lupercalia.

Fiestas lupercales, Andrea Camassei, Wikipedia
La fecha: “Ante diem XV Kalendas Martias”, o lo que es lo mismo, 15 de febrero.
Los miembros más ilustres de la ciudad eligen como sacerdotes de la fiesta a adolescentes que sobreviven de la caza y el merodeo en el bosque, convirtiéndolos en Lupercos o Sodales Lupercis, “amigos del lobo” .
Uno de ellos, comportándose como un lobo, sacrificaba una cabra.
Y con el cuchillo teñido de sangre, toca la frente de sus compañeros Luperci.
Ya están preparados para la procesión.
Desnudos y portando tiras hechas con pieles de la cabra recién sacrificada, azotan manos y espaldas de las mujeres que encuentran y que quieren formar parte de este ritual de fecundidad.
Puede parecer inverosímil, pero este era el “San Valentín” de la antigua Roma anterior al siglo V a.C.
Aunque puede que sólo sea porque comparten fecha, lo cierto es que hay muchas fuentes que apuntan a que la gran fiesta del amor se la debemos a esta festividad pagana.
Algunos historiadores dicen que este cambio se produjo una vez la Iglesia Católica se hizo la religión oficial de Roma y las fiestas lupercales fueron eliminadas por el Papa Gelasio I.
Y como hicieron con el día de Navidad, necesitaban una nueva fiesta para facilitar la conversión al catolicismo.
Con este fin, escogieron la leyenda de San Valentín de Roma, cuya historia es todavía tema de discusión para el cristianismo.
San Valentín era un médico romano que tras ser testigo de terribles muertes, decidió hacerse sacerdote.
Vivió en los tiempos en que el cristianismo fue prohibido por el emperador Claudio II y, además, no permitía a los soldados casarse por incompatibilidad con la carrera de armas.
Por lo que apiadándose de los enamorados, San Valentín los casaba en secreto.
Claudio descubrió el secreto y mandó capturar al sacerdote con intención de reprenderlo, pero por influencia de altos funcionarios, lo mandó decapitar.
Pero en el poco tiempo que estuvo encarcelado esperando su ajusticiamiento, entabló amistad con el juez de la prisión, quien le contó que su hija no podía ver.
San Valentín pidió a Dios que le devolviera la vista a la joven y, en el corto tiempo de su cautiverio, se enamoró de ella con las pocas cartas que intercambiaron o las pocas veces que el juez la llevó ante San Valentín para pedirle ayuda.
Pero eso no cambió su destino.
Mientras los guardias lo llevaban a la plaza pública para decapitarlo, Valentín consiguió entregar un papel a la joven.
Al abrirlo, pudo leer lo que había puesto, recuperando en ese momento la vista.
Por desgracia, esas palabras eran la despedida de quien la había curado.
“Tu Valentín”
Y el resto es historia.
Aunque es interesante que mencionemos que la festividad se borró del calendario eclesiástico en 1969 - para eliminar santos de un posible origen legendario- en 2014 el Papa Francisco decidió participar nuevamente en su celebración.
Lo que le llevó a esta decisión no lo sabemos (¿su amor por Dios?), pero su excusa fue suficiente para devolverle el sentido religioso al día de San Valentín.
¡Nos vemos mañana con un poco más de filosofía!